Claro que si, los días más felices siempre fueron, son y serán peronistas. Aunque a veces cueste encontrar felicidad en medio del caos cotidiano, dicen que la felicidad son pequeños momentos de goce y satisfacción.
Hace poco encontré uno de esos momentos en los que una puede decir: “me siento feliz”. Y no fue solo un momento, fueron dos dias seguidos o dos momentos de dos dias seguidos (qué afortunada).
Más allá de los momentos de felicidad personal que aunque cueste identificarlos en medio de la rutina, los hay; estos fueron momentos de felicidad colectiva y si hablamos de colectivo hablamos de peronismo.
16 y 17 de octubre, después de mucho tiempo me vi envuelta en cánticos, banderas, olor a choripan, adrenalina, gritos de amor y abrazos compañeros. Puuufff.... qué sabrán de felicidad colectiva aquellxs que no entienden de la mística del encuentro, del compartir mismas ideas y mismos amores, de hacerse parte de los espacios públicos para cantar, reír, saltar, y volver a cantar, reír, saltar. Abrazarse, saludarse con la V, sonreirle al del lado sin conocerlo, todo eso y más es lo que se vive cuando se respira peronismo.
El sábado 16 de imprevisto terminé viendo a Cristina en la Ex ESMA cuando daba un discurso de cierre en un plenario de jóvenes. Que mejor que con la JP volver a un acto militante, después de que me en los últimos años me atravesó la maternidad y la pandemia. Me sentí como de 20 de nuevo, pero ojo... no me le animo al pogo ni de casualidad, los años no vienen solos.
Siempre tuve pánico a las multitudes, me cuesta manejarlo, pero estas multitudes son compañeras y se que si me sobrepasa la situación va a haber más de una mano extendida para ayudarme. Ya me ha pasado. Pero esta vez, pude controlarlo. Cuando me acerqué al escenario para alcanzarle un regalo a Cristina y decenas de pibxs también se abalanzaron el miedo intentó aparecer pero la felicidad fue más fuerte y pude disfrutar del momento. Es que la ecuación es simple, felicidad colectiva le gana a miedo individual. Por eso, cada vez que sientas miedo de algo, buscá a tus compañerxs que seguramente te podrán hacer sentir mejor.
El día siguiente fue igual de emocionante. 17 de octubre y volvimos a celebrar la lealtad en la Plaza de Mayo. Sin planificarlo me encontré con muchos compañerxs de mis primeros años de militancia territorial. Esto también fue felicidad.
Y vuelvo de decir: qué sabrán de felicidad colectiva aquellxs que no entienden de la mística del encuentro, del compartir mismas ideas y mismos amores, de hacerse parte de los espacios públicos para cantar, reír, saltar, y volver a cantar, reír, saltar.